La semana pasada mi santo gordoncho y yo estuvimos almorzando (cómo me gusta esta palabra, tiene más clase que comiendo) en el Vips del centro comercial La Gavia y con el menú del mediodía nos pusieron los típicos panecillos de acompañamiento. Eran tan grandes, que terminamos de comer, perdón, almorzar, y uno de ellos se quedó en el plato, mirándonos con pena.
Preguntamos a la camarera si nos podíamos llevar el pan a casa, que nos daba pena que lo tiraran. Ningún problema, dijo. Envolvimos el panecillo en una servilleta y nos lo llevamos. Directo a la saca.
Después de ver el programa de anoche de "Salvados" en La Sexta, donde se denuncia la cantidad de comida que se tira en España, me alegré mucho haber salvado a aquel panecillo, destinado al cubo de la basura, pero que en el último momento su destino hizo un quiebro y se vino con nosotros a casa, a apañarnos una cena.
Yo, de hecho, podría dedicarme a ir salvando panecillos por todos los restaurantes de Madrid.
ResponderEliminarEs una pena la cantidad de comida que, sin ser tocada siquiera, va al cubo de la basura. Horrendo.
Antes de que acabe en la basura, me lo llevo a casa y yo ya decidiré qué hacer con él... aunque la verdad es que no sabemos si en lugar de tirarlo va a la mesa del siguiente, lo que no sé cuál de las dos cosas es peor ;(
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