En España el pan más que un bien primario, es algo sagrado. Nuestra "mesa" no se entiende sin la presencia de un manjar tan antiguo como imprescindible: una barrita de pan. La pistola de toda la vida. ¿Clásica imagen de un señor de mediana edad un domingo a las 11 de la mañana?: El periódico bajo el brazo y una bolsita de plástico con la barra del pan en el otro. En los hogares españoles no se entiende una comida donde no haya pan, comemos pan con todo: con platos de cuchara, con guisos de carne, con pescados en salsa, como tapa en embutidos... hasta pan con chocolate, merienda clásica que a cualquier inglés se le revolvería las tripas con sólo mencionarlo.
Cuando era una niña, no podía subir a casa un domingo sin haber comido la punta de la pistola. El currusco. Por eso, en las familias numerosas, se compran varias barras de pan. Porque todos sabemos que llegan a la mesa mutiladas por sus extremos. Roedores humanos, pequeños y mayores, vamos comiendo la barra por un extremo y por el otro, hasta que alguien de la familia nos llama la atención y nos dice que paremos, que luego nos vamos a tener hambre de la comida "real".
Pues ahora en esta época de crisis hay gente que hasta le cuesta comprar la barra del pan de toda la vida. En panaderías con solera una barra algo más elaborada ronda los 0,80 céntimos de euro. Sin embargo, tal y como están las cosas hoy día, el español medio acude a comprarla a otros sitios menos especializados, (como los ultramarinos que llevan los chinos) por 0,40. Y si hay sitios aún más baratos, allá que vamos. 40 céntimos de ahorro son 40 céntimos, dirán algunos. Con toda la razón del mundo.
Es más, acabo de leer en el diario El País de ayer domingo que tres panaderías de tres localidades en Valencia venden ahora sus barras de pan a 0,20 céntimos de euro. Un gesto solidario de un panadero para atenuar bolsillos en crisis. Los de los jubilados que ahora tienen que sustentar a familias enteras, los de los desahuciados, los de los parados sin prestación alguna... Sus tres panaderías venden 50.000 barras diarias y emplean a unos cien trabajadores. 6.000 clientes diarios que aguardan cola pacientemente desde las seis de la mañana para una barra de pan.
Luego está la otra cara de la moneda, claro. Panaderos cercanos que han visto que en los últimos meses han perdido a la mitad de la clientela, quizá por vender la barra de pan más barata a 0,35 céntimos.
La triste realidad es que el ciudadano normal no entiende de contiendas, ni polémicas entre panaderías, sólo quiere seguir adquiriendo su barra de pan de toda la vida para alimentar a su familia. Y si puede ser a menor precio mejor.